psicoterapia

La vida es eso que pasa mientras estamos decidiendo

Ayer por la mañana, me levante reflexionando y registrando, cuantas veces, por no decir a diario, las personas tenemos la necesidad de controlarlo todo. Vivimos inmersos en la utopía de la perfección que lo único que hace es no dejaros vivir. Ahora bien, en definitiva, si somos nosotros mismos quienes nos montamos estas historias, probablemente seremos nosotros mismos quienes tengamos que trabajar para transformarlo, y empezar a vivir, pero ¿Y si lo que realmente sucede es que nos da miedo vivir una vida feliz? ¿Lo habían pensado?  Esa misma mañana compartí esta reflexión en mi cuenta de Instagram: “En nuestro afán de no perder el tiempo con una mala elección, perdemos el tiempo escogiendo. Desperdiciamos una hora mirando el catálogo de Netflix, media hora eligiendo que comer y una vida pensando que querer. Nos cuesta tanto entender que no existe la película perfecta, ni la relación perfecta, y menos la vida perfecta. Cuando al final, solo nos quedan las películas que nunca vimos, los besos que nunca dimos y la vida que por estar decidiendo elegimos no vivir” Ahora bien, ¿qué paradójico no?, utilizamos el controlar como medio para no perder tiempo, y si observamos resultados, lo único que termina  sucediendo, es lo opuesto. Además de que  perdemos espontaneidad,  no nos permitimos equivocarnos, experimentar, descubrir lo nuevo. ¿Qué es eso que hay que pensar tanto? ¿Por qué nos ponemos tantas trabas al disfrute?… Muchas veces incluso, hasta llegamos al punto  de terminar no haciendo nada por la propia indecisión. Y entonces, ¿la idea no era no perder tiempo? Claro, pero esto para nosotros no es perder el tiempo. Vaya amiga es nuestra mente a veces. Tenemos una vara muy alta para el disfrute, si las cosas no son lo mejor o lo perfecto (según nosotros, ¿porque que es lo mejor o lo perfecto, no?) no nos apetece hacerlo, tanto así que preferimos no hacer nada. En definitiva nos cuesta disfrutar, nos da culpa, tenemos miedo que se acabe y en vez de transitar ese momento ponemos energía en intentar perpetuarlo en el tiempo. O al revés, estamos ante un momento que tendría que generarnos bienestar y lo minimizamos, lo ninguneamos, siempre con la mente en el futuro o en lo que no está sucediendo y la realidad y como les digo siempre, lo más real que tenemos es el AHORA. No es saludable vivir de viaje al pasado o fantaseando un futuro que quizá nunca será. Somos intolerantes a la incertidumbre, queremos saber de qué va la película antes de empezar a verla y ver que nos sucede con ella y ahí es el origen de nuestra necesidad de control, cuando no podemos nos permitimos fluir. Por suerte y gracias a la Psicología, este aspecto como tantos otros se pueden trabajar, así que los invito a comenzar a trabajar en ustedes mismos para poder disfrutar y sentirse mejor. La vida es una sola, intentemos vivirla en nuestra máxima potencia Te invito a sumarte a mis redes, donde encontrarás mas contenido similar: Instagram Facebook Youtube

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Salir de la cuarenta un nuevo nacimiento

«Volveremos a la normalidad» es una expresión que habrán escuchado con frecuencia este último tiempo. Reflexionando comprendí que nada tiene de normalidad la salida del confinamiento. Primero porque para estar establecido como normalidad, tiene que ser norma y segundo porque la normalidad que conocíamos ya no volverá a ser la misma. Comprendí que íbamos a salir a un mundo completamente nuevo, porque el contexto sería otro y nosotros mismos también. El devenir de la pandemia nos transformó, indefectiblemente. A nivel individual y a nivel socio-cultural ya no somos los mismos que al principio; aunque no lo percibamos conscientemente algo cambió. Saldríamos a un mundo del cual tendríamos que aprender todo, desde el principio, como cuando nacemos. Al momento de nacer, pasamos del vientre materno, un contexto cálido, conocido, proveedor de seguridad, a un contexto nuevo, que percibimos inconscientemente, como amenazante por ser desconocido. Todo es nuevo: la presión, la temperatura, los olores, las sensaciones, los estímulos. En ese momento, en el mejor de los casos, nuestra madre o cualquier persona en función materna, no importa el parentesco ni el género, nos iría presentando el mundo exterior, decodificando nuestras necesidades, alimentándonos, acariciándonos la panza cuando nos duele, llamándonos por nuestro nombre. Así iríamos aprendiendo quienes somos, construyendo las vías del placer y del dolor, teniendo la noción de la existencia de un mundo externo. Podríamos hacer entonces una analogía entre este primer momento y la salida del confinamiento, pero agregando que ahora todo sería un poco mas complejo. En primer lugar, porque no hay un otro que nos irá presentando el mundo, sino que seremos nosotros mismos quienes tendremos que hacerlo y, en segundo lugar, porque tenemos que hacer un doble trabajo: aprenderlo y además deconstruir esquemas y patrones antiguos que ya no existen. Ese «volver a la normalidad», que nos servía de consuelo durante el confinamiento, no existe y los vínculos y las dinámicas están siendo transformadas, al igual que nosotros. Y esto último es de gran valor. Todo el trabajo introspectivo que pudimos hacer en el confinamiento es un enorme capital de autoconocimiento que nos va a servir para afrontar la desescalada y el resto de la vida. Me atrevería a decir que conociéndonos tenemos más de la mitad del trabajo terapéutico encaminado y es lo que nos va a permitir trabajar nuestra resiliencia para encarar esta nueva adaptación que tenemos por delante. Al igual que el sol, que sabemos que está pero no lo miramos continuamente porque nos puede dañar la vista, tenemos que tratar al virus. Existe, sabemos de él, tomamos los recaudos de prevención, pero igual es necesario que continuemos con nuestras vidas. ​ Porque es importante protegerse para vivir y no vivir para protegerse.

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