Salir de la cuarenta un nuevo nacimiento
«Volveremos a la normalidad» es una expresión que habrán escuchado con frecuencia este último tiempo. Reflexionando comprendí que nada tiene de normalidad la salida del confinamiento. Primero porque para estar establecido como normalidad, tiene que ser norma y segundo porque la normalidad que conocíamos ya no volverá a ser la misma. Comprendí que íbamos a salir a un mundo completamente nuevo, porque el contexto sería otro y nosotros mismos también. El devenir de la pandemia nos transformó, indefectiblemente. A nivel individual y a nivel socio-cultural ya no somos los mismos que al principio; aunque no lo percibamos conscientemente algo cambió. Saldríamos a un mundo del cual tendríamos que aprender todo, desde el principio, como cuando nacemos. Al momento de nacer, pasamos del vientre materno, un contexto cálido, conocido, proveedor de seguridad, a un contexto nuevo, que percibimos inconscientemente, como amenazante por ser desconocido. Todo es nuevo: la presión, la temperatura, los olores, las sensaciones, los estímulos. En ese momento, en el mejor de los casos, nuestra madre o cualquier persona en función materna, no importa el parentesco ni el género, nos iría presentando el mundo exterior, decodificando nuestras necesidades, alimentándonos, acariciándonos la panza cuando nos duele, llamándonos por nuestro nombre. Así iríamos aprendiendo quienes somos, construyendo las vías del placer y del dolor, teniendo la noción de la existencia de un mundo externo. Podríamos hacer entonces una analogía entre este primer momento y la salida del confinamiento, pero agregando que ahora todo sería un poco mas complejo. En primer lugar, porque no hay un otro que nos irá presentando el mundo, sino que seremos nosotros mismos quienes tendremos que hacerlo y, en segundo lugar, porque tenemos que hacer un doble trabajo: aprenderlo y además deconstruir esquemas y patrones antiguos que ya no existen. Ese «volver a la normalidad», que nos servía de consuelo durante el confinamiento, no existe y los vínculos y las dinámicas están siendo transformadas, al igual que nosotros. Y esto último es de gran valor. Todo el trabajo introspectivo que pudimos hacer en el confinamiento es un enorme capital de autoconocimiento que nos va a servir para afrontar la desescalada y el resto de la vida. Me atrevería a decir que conociéndonos tenemos más de la mitad del trabajo terapéutico encaminado y es lo que nos va a permitir trabajar nuestra resiliencia para encarar esta nueva adaptación que tenemos por delante. Al igual que el sol, que sabemos que está pero no lo miramos continuamente porque nos puede dañar la vista, tenemos que tratar al virus. Existe, sabemos de él, tomamos los recaudos de prevención, pero igual es necesario que continuemos con nuestras vidas. Porque es importante protegerse para vivir y no vivir para protegerse.
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